Estatutos de la Fraternidad de Laicos de Sta. Mª de La Oliva


PRESENTACIÓN

 

Esta es la Carta de Vida en la que la Fraternidad cisterciense de Laicos de Santa María de La Oliva se reconoce y de la que quiere hacer un acontecimiento que nos abre a la acción del Espíritu Santo en nuestra vida.

 

Es una Carta y queremos que lo sea, porque es un documento que nos pone en relación, y en relación de amor, a unos con otros y a todos con Dios. Somos conscientes de que es una carta inacabada y por lo tanto abierta a introducir aquellos aspectos que, provenientes de la Orden cisterciense, de los lazos con otras Fraternidades o de las propias inspiraciones del Espíritu hacia nuestra Fraternidad, vayan definiendo y conformando nuestra realidad dentro de la familia cisterciense en cuyo seno nacemos y de cuyo hogar común queremos formar parte.

 

El Espíritu que guía a la Iglesia ha esparcido la semilla de este carisma que ha arraigado en nuestras vidas de mujeres y hombres laicos que en medio del mundo sentimos el deseo de ser testigos de la primacía absoluta de Dios, buscadores de su Rostro y manifestación de su amor de Padre y Madre.

 

Es así deseo de todos que esta Carta nos ayude a avanzar con gozo por los caminos del Evangelio, que es en realidad nuestra única carta fundamental de vida.

 

INTRODUCCIÓN

 

La Fraternidad Cisterciense de laicos de Santa María de La Oliva es un movimiento eclesial de laicos que nace en el seno de la Orden Cisterciense, en torno al monasterio de Santa María de La Oliva, en Navarra, dentro de la corriente laical impulsada por el Espíritu.

 

Sus miembros asumen en sus vidas la espiritualidad cisterciense, como medio de seguimiento del evangelio, destacando la primacía de Dios y la dimensión contemplativa de la persona, desde su propia condición de laicos, hasta alcanzar la unificación plena a la que están llamados.

 

La Abadía de Santa María de La Oliva, en Navarra, es el punto de encuentro y referencia de la Fraternidad y de cada uno de sus miembros. Estos están llamados a cuidar y potenciar su vinculación con este lugar, como espacio peculiar y privilegiado que estimula su experiencia cristiana y cisterciense.

 

Entre la Fraternidad y la Comunidad de monjes no existe ninguna dependencia mutua que no sea la de la caridad. La Fraternidad posee su propia estructura independiente. Un monje, designado por el Abad como director espiritual, hace de punto de enlace entre ambas comunidades y de trasmisión y garantía de fidelidad en la espiritualidad común.

 

C. 1 VIDA CISTERCIENSE

 

1 Los hermanos de la Fraternidad han sido llamados por Dios a ser transformados en imagen de Cristo, por medio de la acción del Espíritu Santo, siguiendo el camino del Evangelio, interpretado por la Regla de San Benito y la tradición de Cister.

 

2 Cada uno de los hermanos se deja formar por el amor de Dios en una fraternidad que el Señor ha reunido para hacerse presente en ella de forma particular.

 

3 La vida cisterciense quiso potenciar en sus orígenes el espíritu contemplativo y la dimensión fraterna de sus miembros. Así, la Fraternidad hunde su raíz en ambas realidades y sus miembros se sienten llamados a ser testigos de Cristo y de su Iglesia, en el mundo, a través de un testimonio orante y contemplativo, en una vida arraigada en el amor y definida por los valores del carisma cisterciense.

 

4 El camino de la Fraternidad es camino de conversión continua. Una conversión radical de vida por la cual el hermano, que busca a Dios en la sencillez de su corazón guiado por el Evangelio y purificado por la Palabra y lo encuentra en el amor entrañable del Padre, se obliga a la práctica cisterciense. Es una renuncia total al hombre viejo, por el amor.

 

5 El laico cisterciense encuentra en el espíritu cisterciense un modo de vivir en el mundo con mayor entrega, profundidad y autenticidad su vida de amor a Dios. Todos los valores y prácticas cistercienses son un camino de liberación y unificación interior.

 

6 Esta unificación interior, que el Espíritu Santo opera en la persona, nace y se realiza en la decisión de “no anteponer nada al amor de Cristo”.

 

7 En la llamada del amor eterno de Dios, el laico cisterciense encuentra el itinerario que le conduce a la transformación progresiva de la persona a semejanza de Cristo mediante la acción del Espíritu Santo. El auténtico cisterciense se hace esencialmente viviendo esa transformación.

 

8 La Fraternidad es un instrumento puesto por Dios para la santificación de los hermanos. Sentir la necesidad de los demás alienta nuestra caridad y nos enseña humildad. Nos hace sabernos parte del Cuerpo de Cristo.

 

9 La Fraternidad, según la RB, es escuela del servicio divino y, con la tradición cisterciense, escuela de amor. El laico cisterciense, en este aprendizaje, progresa en humildad y conocimiento de sí y aprende a amar a través del descubrimiento del amor entrañable de Dios en su vida.

 

10 Al desprenderse de falsas seguridades, crece en la obediencia a Dios y corre, con el corazón ensanchado, por los caminos del Señor, los caminos del amor.

 

11 La conversatio cisterciense conduce a la libertad interior por la que se alcanza la pureza de corazón y la atención continua a Dios. Es el Espíritu Santo quien realiza su acción transformante dentro de los elementos de la conversatio. Todo ello irá marcada con el signo de la autenticidad, que caracteriza a los fundadores de Cister.

 

12 Cristo se forma en los corazones de los hermanos mediante la oración, en sus diversas formas, la enseñanza de los monjes y la vida fraterna. O lo que es lo mismo, en el contacto con Dios en el amor, auténtica teofanía.

 

13 La escucha de la Palabra, a través de la lectio, es fuente de oración continua y escuela de contemplación. Ascesis de la inteligencia que abre el corazón a la presencia constante de la Palabra y a la acción del Espíritu Santo. El laico cisterciense ha de esforzarse por reservar tiempos adecuados para ella. La escucha asidua de la Palabra será la que vaya modelando el corazón de los hermanos.

 

14 La liturgia robustece y aumenta el sentido íntimo de la vida cisterciense y la comunión entre los hermanos, en especial la Eucaristía, manantial y cumbre de toda vida cristiana. Ofreciendo a Dios Padre el sacrificio de alabanza, participan en el misterio de Cristo y realizan la obra de santificación por el Espíritu y contribuyen a la construcción del Reino.

 

15 La liturgia de las Horas es escuela de oración continua y de santificación de todas las horas de la jornada, ayudando a la vivencia de la presencia constante de Dios en el desarrollo del día y de la historia de cada uno. Apoyados por la lectura y la oración, potencian espacios de silencio a lo largo de la jornada, como medio de cercanía con Dios.

 

16 En el trabajo, el laico cisterciense comparte la actividad creadora del Padre y viven en comunión con los trabajadores. En situaciones de tensión y dificultad, es también un modo de compartir la cruz de la Pasión y de lucha por construir el Reino.

 

17 El silencio interior abre la mente y el corazón a las inspiraciones del Espíritu Santo, estimula la atención del corazón y posibilita la oración íntima con Dios. De esta manera, en contacto profundo consigo mismo y con Dios, el laico cisterciense potencia su anhelo de solidaridad, compromiso y conversión de vida.

 

18 Dóciles a la acción del Espíritu, pugnan los hermanos por purificar su corazón y ser conscientes de la Presencia de Dios. Ejercitados en el silencio y en la humildad, buscan la bienaventuranza prometida a los pobres, en la sencillez y el trabajo cotidiano.

 

19 Que nada se anteponga al amor de Cristo, a la alabanza del Padre ni a la acción del Espíritu. Que todo se enraíce en Evangelio.

 

20 La Fraternidad, como escuela de servicio y amor, está llamada a conservar y transmitir el carisma cisterciense a quienes entran en ella y a de prestar atención a las inspiraciones del Espíritu en el corazón de cada persona. Cada hermano debe tener siempre presente que cada uno tiene su propio proceso en el seguimiento de Cristo, por lo que aprenderán a respetar con paz los ritmos de los demás. Así manifestarán la verdad del amor mutuo y de la oración común.

 

21 La paz del alma, que se cultiva en el silencio, es fruto sobre todo de la pureza y sencillez de corazón. Para ello la Fraternidad se acoge a los medios que para este fin emplea Cister: el trabajo, la vida escondida, la austeridad, la vida orante.

 

22 La sencillez, que nace en la vida cisterciense de unas relaciones sencillas con el Simplicísimo, ha de ser el estilo de vida del hermano. Evítese todo lo superfluo en todo, para que resalte la belleza de lo sencillo.

 

23 Los que no anteponen nada al amor de Cristo se hacen ajenos a la conducta del mundo. El laico cisterciense está en el mundo sin ser del mundo. No es extraño, y a veces inevitable, que el mundo contradiga nuestro estilo de vida.

 

24 Los hermanos tienen el derecho y el deber de participar plenamente en la vida común. Preocúpense, por tanto, de la salud espiritual de la Fraternidad, sabiendo que el buen celo de uno beneficia a todos y el malo perjudica. La Fraternidad forma un cuerpo en Cristo. Cada uno, compartiendo con los hermanos sus dones, pone sumo empeño en edificar la Fraternidad.

 

25 El esencial equilibrio de la vida cisterciense entre oración y trabajo, soledad y vida común, se establece según el carácter, formación, circunstancias y progreso de cada hermano, de tal modo que cada uno pueda crecer en la vocación cisterciense.

 

26 Es un deber de la Fraternidad ayudar a cada hermano para que asimile y viva los elementos esenciales de la vida cisterciense.

 

27 El vínculo de la caridad une a todos los hermanos entre sí y con Dios. Mediante esta comunión, son animados y confortados unos con otros en las dificultades y las pruebas. El les lleva a crecer en un solo corazón y un solo espíritu

 

28 Los hermanos se comprometen a vivir su estabilidad poniendo en práctica constantemente los instrumentos del arte espiritual en esta Fraternidad y con estos hermanos.

 

C. 2 ESTRUCTURA Y ORGANIZACIÓN

 

1 Toda la organización de la Fraternidad tiene como fin que los hermanos se unan íntimamente a Cristo, porque sólo en el amor entrañable de cada uno por el Señor pueden florecer los dones peculiares de la vocación cisterciense. Los hermanos solamente serán dichosos en la vida sencilla, escondida y laboriosa si no anteponen absolutamente nada a Cristo, el cual nos lleve a todos juntos a la vida eterna.

 

2 La Fraternidad cisterciense necesita para sustentarse una estructura mínima que le permita su funcionamiento eficaz, que lógicamente irá ampliando y perfeccionando en la medida en que vayan cambiando sus necesidades. Hoy su realidad es sencilla.

 

3 Semejante a una escalera entre el corazón de cada hermano y Dios o a unos círculos concéntricos que convergen en un punto central, la Fraternidad concibe su estructura.

 

4 Los grupos locales son el primer eslabón comunitario. Los hermanos pertenecientes a cada una de ellas se encuentran designados, generalmente por cercanía física y geográfica, pero no exclusivamente. Pueden existir otros tipos de factores que motiven la pertenencia de un hermano a un grupo local concreto y no a otro.

Sus reuniones son mensuales, como mínimo, quedando siempre abierta la posibilidad de una frecuencia mayor. Su finalidad es fortalecer los lazos de fraternidad y amistad, compartir la marcha de su vida, servir de acompañamiento para cada hermano y orar juntos.

 

5 Existen hermanos que, por circunstancias especiales, de lejanía u otras, no pueden formar parte de un grupo local concreto. Son hermanos dispersos, que se han de considerar especialmente. Ellos mismos, así como el resto de la Fraternidad, en especial sus cargos electos, han de procurar, por todos los medios posibles, intensificar su contacto con los hermanos de la Fraternidad.

 

6 Toda la Fraternidad se reúne trimestralmente, como mínimo, en el monasterio de La Oliva. En este encuentro se fortalecerán los lazos de fraternidad entre todos, se compartirán experiencias de vida, se orará y se tratarán los temas que se consideren necesarios para el recto caminar de la Fraternidad.

Uno de estos encuentros trimestrales constituirá el momento fuerte anual de encuentro. A modo de retiro o ejercicios espirituales, su duración se procurará que sea mayor y de carácter más orante e intenso.

 

7 El Consejo. Es el órgano encargado del mejor funcionamiento de esta estructura. Está formado por el Coordinador General, los Coordinadores locales, el Director Espiritual de la Fraternidad y el Abad del monasterio o su delegado, que presidirá las reuniones.

Se designarán las responsabilidades de secretaría y economía de entre los miembros del Consejo o de cualquiera de los hermanos de la Fraternidad, a quienes se les podrá pedir además colaboración en aspectos concretos según los carismas, habilidades y posibilidades de cada uno de ellos.

En cuestiones de trascendencia, se buscará la opinión de todos los miembros de la Fraternidad.

 

8 El Coordinador General. Es elegido entre los miembros de la Fraternidad por un periodo de tres años, pudiendo ser reelegido. Asumirá las tareas de representación de la fraternidad ante otras instancias. De un modo especial velará por la fidelidad de cada uno de los miembros al carisma cisterciense y estimulará al cumplimiento de sus compromisos y a caminar en su vocación con espíritu de generosidad y alegría. Así, se mantendrá siempre cercano y accesible a todos. Ore asiduamente por cada uno de los hermanos.

Estará apoyado por el Consejo, con cuyos miembros consultará a la hora de tomar decisiones.

Su elección tendrá lugar en uno de los encuentros generales en el Monasterio con las siguientes condiciones: en elección previamente anunciada; en reunión presidida por el Abad o su delegado; con participación de todos los miembros presentes; por mayoría absoluta.

Tanto el Coordinador General como los Coordinadores locales se conducirán en el ejercicio de su tarea por los principios pastorales y de gobierno que se recogen en la Regla de San Benito.

 

9 El Director Espiritual. La Fraternidad cuenta con un monje, nombrado por el Abad, que ejercerá la función de director espiritual. Asumirá la tarea de formación, velará por la buena marcha espiritual de los miembros de la Fraternidad y servirá de enlace entre la Comunidad monástica y la Fraternidad, para fortalecer los lazos mutuos de conocimiento y hermandad.

Es miembro de derecho del Consejo de la Fraternidad y estará presente en la elección del Coordinador General con voz pero sin voto.

Para su nombramiento el Abad contará con el parecer de la Fraternidad, lo mismo que para su cambio.

 

10 El Coordinador local. Es elegido por los hermanos pertenecientes a cada grupo local entre ellos mismos, por un período de dos años. Es aconsejable que todos los miembros del grupo con capacidad para ello participen sucesivamente de esta labor. Pero es un cargo electo reelegible.

El Coordinador local es el animador de su grupo y mantendrán una relación cercana y de colaboración con el Coordinador General para la buena marcha de la Fraternidad.

Forma parte del Consejo de la Fraternidad.

 

11 El Abad. Manteniendo el debido respeto a la autonomía de la Fraternidad, es el responsable último de que la Fraternidad refuerce y potencie los lazos de su carisma cisterciense.

Pondrá un cuidado exquisito en la elección del monje que ejerza la función de Director Espiritual de la Fraternidad.

Será quien reciba la promesa de los miembros de la Fraternidad, o en el caso de que no pudiera, quien la delegue en la persona del prior o del Director Espiritual.

Será quien determine en última instancia las relaciones concretas entre la Comunidad monástica y la Fraternidad de laicos, vigilando que cada una conserve su identidad propia y promoviendo siempre el vínculo del amor fraterno entre todos.

 

12 Relación entre los miembros de la Fraternidad. Los miembros de la Fraternidad están llamados a contribuir a ella según sus propios talentos, posibilidades y habilidades, con generosidad y alegría.

La fuente de sus relaciones es el mismo amor de Jesús, que nos llamó a compartir con todos mutuamente.

Las diferencias de caracteres y de ritmos en el seguimiento del carisma no deben provocar nunca sentimientos de separación. Al contrario, todos deben aceptar y reconocer el diferente paso que cada uno lleva según sus propias realidades y posibilidades, convencidos de la sinceridad de cada proceso personal que siempre es distinto en cada individuo. Ello llevará a orar unos por otros y a respetarse mutuamente.

Será muy importante que todos los hermanos participen en el mayor número posible de reuniones y encuentros, tanto al nivel local como en el monasterio.

 

13 Admisión de nuevos miembros. San Benito recuerda que no se admita fácilmente a los candidatos. Esto no significa poner trabas, sino dejar claro que se ha de tomar en serio la llamada a esta posible vocación. El candidato debe ir tomando conciencia de la verdad y seriedad de esta llamada.

Serán recibidos amablemente y se les permitirá progresar únicamente si dan muestras de madurez y disposición espiritual suficientes, además de una radical intención de buscar a Dios de veras y con todo el corazón.

Si en el candidato aparecen elementos similares al carisma de la Fraternidad, se iniciará el proceso de incorporación gradual a la misma.

El primer paso es participar de algunos encuentros en un grupo local, donde se pone en contacto directo con la realidad de la Fraternidad: el carisma cisterciense encarnado en los hermanos con sus diferentes caracteres y circunstancias. El grupo local, por su parte, discierne en el candidato la sinceridad y radicalidad de su interés y la identidad cisterciense del mismo.

Una vez comprobados estos extremos, el candidato es admitido a las reuniones generales de la Fraternidad en La Oliva. Allí el candidato se introduce más en profundidad en el carisma cisterciense y en la vivencia de la Fraternidad.

Si el candidato muestra la intención de seguir progresando en el camino de la Fraternidad, el Consejo discierne sobre la autenticidad de ese interés y la conveniencia de franquearle la entrada.

Al cabo del tiempo conveniente de perseverancia en la Fraternidad, el nuevo miembro está en disposición de realizar la Promesa que le vincula de pleno derecho con la Fraternidad. Tanto el Abad, como el director espiritual, como el Consejo, discernirán sobre la conveniencia de la misma.

Queda claro que la Fraternidad cisterciense no está preocupada en acrecentar su número, sino en garantizar la identidad de esta vocación particular y estilo de vida, sentida y vivida como llamada particular y concreta del Señor.

Así pues, el objetivo de este tiempo de iniciación es el de ayudar al desarrollo de la dimensión contemplativa del candidato dentro de las demandas de la vida diaria, adentrarse en la espiritualidad cisterciense y de forma peculiar alimentar un sentido profundo de espíritu comunitario.

 

14 Formación. Con la realización de la Promesa no cesa el proceso formativo del hermano de la Fraternidad. Somos escuela de amor y servicio. Los hermanos continúen siempre aprendiendo y aplicando todo aquello que colabora y coopera en unirnos más fuertemente al amor de Dios y a los hermanos.

 

15 Nuestra Fraternidad se reconoce en otras Fraternidades cistercienses laicas que han surgido en otros puntos del mundo, como portadores de un mismo espíritu y una misma identidad laica cisterciense. Por ello busca con esperanza y tesón, medios y modos de vivir en comunión con esas otras Fraternidades hermanas.

 

CON EL GOZO DEL ESPÍRITU SANTO

 

Esta es la Carta de Vida para los miembros de la Fraternidad Cisterciense de Laicos. Como algo vivo que está llamada a ser, para mejor responder a la fidelidad de su esencia y el bien de sus miembros, estará siempre abierta a las modificaciones que vengan exigidas por las necesidades del momento, respetando siempre las líneas esenciales de su espiritualidad y por todo lo que conlleve la integración en la familia cisterciense.

Quiera Dios que, con su cumplimiento, los hermanos y hermanas, bajo el impulso del Espíritu Santo y animados por la caridad fraterna y la fidelidad a la Iglesia, con la ayuda de la Bienaventurada Virgen María, madre del Cister, corran gozosos a la plenitud del amor.